Gloria Rozo Vera: Bióloga
Supo enfocar su pasión
Gloria Rozo Vera, por su profesión de bióloga, se embarcó en 21 ocasiones, que se reflejan en aproximadamente dos años y medio de navegación. Pero un día, el destino le dio la oportunidad de realizar un viaje decisivo y la trajo a las aguas de Sonora, y a la Universidad.
Desde hace 20 años es profesora-investigadora del Departamento de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Universidad de Sonora (Dictus), que pertenece a la División de Ciencias Biológicas y de la Salud, donde, además, es responsable del Programa de Vinculación, Extensión y Educación Ambiental.
Llegó a Hermosillo en 1989, procedente del Distrito Federal, contratada por la UNAM como técnico académico al Departamento de Geología, donde dio clases de micropaleontología. Pero después de dos años, al concluir su contrato con esa casa de estudios, se quedó en Sonora y buscó un nuevo trabajo.
“Tuve oportunidad de competir por una plaza en el Dictus, para el área de Ecología del Bentos (comunidad formada por los organismos que habitan el fondo de los ecosistemas acuáticos), y después de ganar un concurso difícil, comencé a trabajar en Bahía de Kino. Más adelante pudimos acceder a proyectos de Conacyt, nos aceptaron y los vinimos a realizar a esta ciudad, porque aquí estaba todo: materiales, laboratorios; además, era un estudio del bentos en Guásimas”, comentó.
Al quedarse a trabajar en Hermosillo, dio clases en la carrera de Químico Biólogo y después en la de Biología, y se involucró en un programa de educación ambiental y divulgación de la ciencia enfocado al mar. Fue así que comenzó con un curso de verano para niños en las instalaciones del Dictus, en Bahía de Kino.
“Fue un éxito, teníamos niños todos los veranos para el curso, toda la parte terrestre la cubre el centro ecológico, y nosotros, la parte marina; fue muy innovador porque casi nadie lo tenía enfocado al mar. Como fue tan bueno ahí, después lo trajimos a Hermosillo, en un curso que se llamó ‘Aprendamos de ciencia los sábados’, que también tuvo mucho éxito porque fue para toda la familia, y empezamos a hacer un poco de ecoturismo.
“Vamos a Bahía de Kino, al Estero La Cruz, donde tenemos nuestra estación experimental, y ahí les enseñamos a los niños desde observar aves, los metemos al estero a sacar animalitos y el bentos, y vemos la vegetación. Después vamos a una isla que se llama Alcatraz y ahí comparamos lo que se vio en el estero, y los muchachos se van con un gran conocimiento de los dos ecosistemas, y de los implementos que debe uno tener para no contaminar”, dijo emocionada.
Al abrirse el Doctorado en Biociencias, en el Dictus, decidió ingresar, por lo que tuvo que dejar un poco de lado este curso de manera continua, aunque está abierto a solicitud del público y se tramita por medio del departamento; según sus palabras, aún tiene mucho público cautivo.
En su paso por el Dictus se ha involucrado, primero, en proyectos en Bahía de Kino, después en Guásimas, más adelante, junto con el Tecnológico de Monterrey, emprendió un estudio sobre humedales en el sur de Sonora, los cursos de verano y la docencia.
El ambiente en su trabajo lo considera agradable, y con compañeros muy cooperativos. Resaltó la interdisciplinariedad que existe en el centro de investigación, lo que les permite colaborar a unos con otros en las diferentes áreas.
“Que los muchachos disfruten, aprendan”…
Estudió Biología, Maestría en Ciencias, especialidad Biología Marina y Pesquerías, y el Doctorado en Biología Animal, en la UNAM; actualmente, trabaja en su tesis del Doctorado en Biociencias que cursa en el Dictus.
“Me la pasé estudiando, ahora entiendo a todo mundo que me decía que le dedicaba mucho tiempo, pero creo que todos los momento son buenos y cada estudio te da algo importante.
“Además, cuando uno estudia se actualiza, y también estás actualizando al alumno. Siempre va a haber jóvenes que van más adelante, que tienen muchas inquietudes y si uno no sabe responder, los desilusionas, por eso hay que estar muy listos, para orientarlos, por lo menos”.
Cuenta con cinco publicaciones internacionales, admite que es más activa en otros campos, como el de aportar información a los estudiantes, transmitirles lo que ella sabe y orientarlos a la adquisición de nuevos conocimientos.
Le agrada mucho la convivencia con los alumnos e impartir clases, que trata de hacer muy activas y procura involucrarse también en actividades extracurriculares, como los cursos sabatinos y clubes de lectura con sus estudiantes, mismos que podían ser en un café del campus.
“Lo más importante que le podemos dejar al alumno es ese evento, esa parte nueva, espectacular o simple de la cual él aprendió, e indirectamente tú estás detrás. Quiero seguir día a día explotando el conocimiento, el ambiente, me interesa que los muchachos disfruten, aprendan, que no sean sólo estudiantes de escuela, que sepan tanto del campo, del mar, de todo… que sean arriesgados.
“Eso es lo que uno pretende al formarlos, sobre todo como biólogos, porque es un área que actualmente es muy importante, que aprendan a sacar información del medio y transmitirla en beneficio de los que siguen”, indicó.
Una relación de dos décadas
Considera que la principal aportación que ha recibido de la Universidad es crecimiento y formación académica. La institución —señaló—, promueve que los maestros tomen cursos de especialización en las diferentes áreas que trabajan, así como posgrados.
“Formativamente la Universidad ha influido mucho en mí, me ha dado oportunidad de crecer y de devolver todo lo que he adquirido: mi experiencia en campo, el conocimiento de las demás personas, pero, sobre todo, me ha formado como lo que soy: una profesora-investigadora feliz con la actividad que realiza”.
A su vez, piensa que ella ha contribuido en la alma máter a través de proyectos, de alumnos formados en el área de educación de la ciencia y divulgación, los cuales se han integrado a trabajos externos con esa base. “Creo que he transmitido conocimiento a muchas generaciones, afortunadamente no sólo han sido a los biólogos, antes fue a los geólogos y a los químico biólogos”.
Ha dirigido tesis de licenciatura, ha dado asesoría a escuelas secundarias y preparatorias, apoyada siempre por un grupo de alumnos que trabajan con ella como prestadores de servicio social o estudiantes de diversas carreras que se integran por “amor al arte”.
“Es curioso, porque lo de educación ambiental, que es netamente biológico, lo empecé con unos geólogos que son coautores de un libro que publiqué: ‘Paleontología’, de la serie de Textos Académicos de la Universidad. Fue muy ilustrativo ver cómo las áreas finalmente confluyen”, resaltó.
Sobre otras publicaciones, comentó que se busca editar un texto referente a “Talleres científicos”, para apoyar los cursos de divulgación en los que también se ha involucrado, y en el que participan varios académicos con un capítulo cada uno referente al curso que hayan impartido en estos talleres, que podría aplicarse no sólo en futuras inducciones, sino en escuelas y para consulta general.
Como uno de sus proyectos principales, la maestra Gloria mencionó el concluir su tesis de doctorado, la cual tituló “Filogeografía del perrito llanero cola negra en Sonora” (perrito de la pradera), donde realiza estudios genéticos con biología molecular, con marcadores moleculares de esta especie.
“Decidí ser bióloga desde la secundaria”
Nació en la “ciudad blanca”: Mérida, Yucatán. Era el año de 1958, y el día 13 del mes de julio.
Sus padres fueron Rómulo Rozo Peña y Manuela Vera Seca. Él fue escultor, y ella, ama de casa; tuvieron cuatro hijos, de los cuales Gloria fue la menor. Actualmente uno de sus hermanos vive en Cuernavaca, Morelos, mientras que los otros dos radican en Mérida.
Convivió con su papá sólo seis años, mientras que a su madre la despidió de esta vida a los 90, hace apenas un par de años. Doña Manuela, dijo, fue la segunda madre de su hijo. A ella la recuerda como una persona tierna, sensible, humana, sonriente, amiguera, confiada, intercesora y también muy fuerte.
En su ciudad natal estudió sólo la primaria, después partió con su madre al Distrito Federal. “Salir de Mérida fue por acción de un hermano que nos invitó a ampliar nuestro horizonte y vivir juntos en el DF; era un mundo totalmente agresivo, nuestra vida en provincia era tranquila, en un caserón, con una buena escuela, y de pronto llegas al contraste, tienes que cuidarte a todas horas, y la ciudad te oprime, te presiona. Si yo hubiera podido, hubiera regresado corriendo, pero no pude: tenía once años”.
Sin embargo —reveló—, más adelante, en esa ciudad conoce a quienes marcarían su vida profesional para siempre.
“Decidí ser bióloga desde la secundaria, tuve una maestra muy buena, y como que no se me daban muy bien las otras áreas, como matemáticas, aunque fui el mejor promedio de mi generación. Y en la preparatoria también mi mejor maestra fue de biología, ambas nos llevaban al campo, nos involucraban con la biota y nos enseñaban en vivo, teníamos muy cerca todo: pastizales, bosques y una gran cantidad de ecosistemas diferentes.
“Fue una motivación muy grande hacer campo con ellas y el tratamiento de las muestras en laboratorio. Su manera de dar clase fue un estímulo lo suficientemente fuerte como para desde ahí empezar a pensar en biología, no se puede negar eso, aunque también contribuye el espíritu aventurero que pueda tener uno”, dijo.
Se embarca a Sonora
Cuando terminó la maestría trabajó para la Comisión Federal de Electricidad, en el grupo de investigaciones oceanográficas, levantando el atlas oceanográfico del Golfo de México; durante tres años navegó mucho, hacía mínimo tres cruceros al año y cada viaje era de dos meses. Al mismo tiempo daba clases como ayudante de profesor en el Posgrado en Ciencias del Mar, de la UNAM, y en una escuela secundaria.
También la contrataron como bióloga en algunos buques; hasta ahora, se ha embarcado en 21 cruceros, por lo que bromea y dice: “ya casi me hacía marinera”.
Fue justamente mientras navegaba que surge la oportunidad de venir a Sonora. Ella realizó su tesis de licenciatura y maestría en el Instituto de Geología de la UNAM, y cuando salió la convocatoria como técnico académico para Hermosillo, en el área de micropaleontología, su directora de ambos estudios, la maestra Ana Luisa Carreño, ingresó sus papeles. Cuando volvió de un crucero ya tenía el ofrecimiento de venir a Sonora.
“Ya me tocaba venir aquí porque previo a esto hubo posibilidad de trabajar en La Paz, Baja California Sur, y en Mazatlán, Sinaloa, pero no se dio la oportunidad. Cuando regresé del crucero me dijeron ‘Hay esto en Sonora, ¿te vas?’. Y yo pensé… Sonora, sé que hay calor, sé que está lejos, es todo lo que sé… pero también dije ¡me voy, claro que me voy!”.
Una estrecha relación
Después de tres meses de capacitación en la UNAM llegó a la ciudad del sol en 1989, y se quedó. Aquí nació su hijo, quien es orgullosamente sonorense.
Erick Manuel nació en Hermosillo, hace 18 años, pero en esa época ella trabajaba en Bahía de Kino y vivía en la casa habitacional que tiene el Dictus para visitantes, y por un tiempo iba y venía a su centro de trabajo mientras una sobrina cuidaba a su pequeño en la capital del estado.
Fue gracias a su hijo que comenzó los cursos de educación ambiental, porque él y un grupo de amigos ya habían agotado los que se ofrecían en el Centro Ecológico y en La Sauceda, por lo que decidió brindarles otra opción y llevarlos al estero y al mar.
“Así empecé, con un montón de chamacos, con la diferencia de que en los cursos del Dictus no sólo estaba el niño pensante, sino el niño libre. Andaban felices en los estanques de cultivo de camarón, participando en la toma de mediciones, viendo depredadores y cosas relacionadas con ambientes marinos. La gente piensa en curso de verano y los piensa deportivos, este grupo de niños los pensaba de otra manera…”, indicó.
Ahora, Erick es un joven recién egresado de preparatoria, con la intención de estudiar la Licenciatura en Historia en la Universidad de Sonora. Ella lo describe como un muchacho que sabe lo que quiere y que, incluso, ya tiene un plan de vida: quiere estudiar una carrera, la maestría y hacer otras cosas.
“Trato de confiar en mi hijo, procuro no prohibirle nada, yo le recomiendo abrir sus horizontes sin perder sus valores, que creo que tiene muy firmes, como el respeto, honestidad, humildad. No es un joven rencoroso, sabe compartir y escuchar. Como en casa somos él y yo, es muy cercana la relación”, destacó.
Dijo que desde que él decidió estudiar historia, este último año ha sido de aprendizaje para ella, porque leen artículos, van a ver películas, bajan información del internet sobre este tema. “Me trae en una lluvia de información terrible y mi ímpetu de lectura, que era el terror, ahora se ha vuelto historia, pero es muy interesante; de pronto, estoy leyendo a autores que no conocía”.
Con un joven en casa su gusto por la música también se ha ampliado, pues de pronto tuvo que escuchar grupos como Green Day y Gorillaz, entre otros, porque entiende que eso es lo que abre el puente de comunicación entre ellos. “Es muy curioso, porque lo que estoy aprendiendo con él lo estoy aplicando con mis alumnos, y lo nuevo con mis alumnos lo aplico a mi hijo, y eso me ha permitido tener muy buen resultado en ambos lados”.
Aparte de leer y escuchar música, la jardinería es otra de sus aficiones, misma que puede apreciarse durante la amena charla en la parte frontal de su casa, donde resalta una bugambilia y algunas otras plantas de ornato.
La maestra es reconocida dentro de la comunidad universitaria por su carácter amable y su simpatía, reconoce ser “muy amiguera” y que le gusta involucrarse con los demás.
“Soy muy apasionada, me gusta mucho lo que hago y si voy a saltar, salto mucho, y si alguien no quiere saltar lo obligo —ríe—, pero de maneras divertidas. Creo que soy una persona tratable, y ha sido bonito porque en los momentos difíciles me he dado cuenta que hay mucha gente que me estima.
“Me gusta tener palabra: si hago un acuerdo, respetarlo y sacarlo adelante lo más posible, ser firme en las decisiones, ¡ah! y dejarme querer, antes yo no me dejaba querer, y abrirte es tan fácil como eso, llegar, ser afectuoso, ser tú”, concluyó.
Como responsable del Programa de Vinculación, Extensión y Educación Ambiental del Dictus realiza:
Programa de Educación Ambiental Marina “Juntos Hombre y Naturaleza”, en el Estero La Cruz, Sonora, en las instalaciones de la Unidad Experimental Kino (UEK) del Dictus, ubicada en el Estero La Cruz. Se imparten diversos talleres sobre la fauna y flora del humedal, estrategias para su conservación. Se atiende a todos los niveles de enseñanza, pero enfocada principalmente a las escuelas primarias y secundarias.
Programa de difusión científica “Aprendamos de ciencia los sábados”. Se realiza en las instalaciones del Dictus de la Unidad Centro. Se trabaja con público de todas las edades. El curso se planea para los meses de abril, mayo y junio. Comprende ocho sábados, de los cuales cuatro son salidas de campo y cuatro en Hermosillo en el Campus de la Universidad.
Programa de divulgación del trabajo científico del Dictus. Se les muestra a los niños, tanto teórica, práctica o demostrativamente, lo que investiga el personal científico, el trabajo de campo que realiza y los métodos de laboratorio y los productos obtenidos, mediante un recorrido programado con duración de 1 hora a 1 hora con 30 minutos, para escuelas primarias, secundarias y preparatorias.
Campamento de Verano de Ciencias para niños, en el Estero La Cruz, Unidad Experimental Kino del Dictus. Se hace pensando en niños entre 7 y 13 años. Durante éste se realizan talleres de plancton, bentos, peces, aves, huellas de mamíferos, rastreos nocturnos, vegetación, combinados con talleres para aprender cómo se hacen figuras de palo fierro, y actividades de entretenimiento.
El campamento tiene una duración de cuatro días, iniciando en miércoles a las 16.00 horas y finalizando el sábado a la misma hora. Máximo 30 niños. Se lleva a cabo en las vacaciones escolares.
Eventos especiales como el Festival Mundial de las Aves, Día Mundial de los Humedales, etcétera.
Juegos ecológicos. Aprender ecología jugando con niños y adolescentes de primarias y secundarias, bajo cita previa. Duración aproximada de 1 hora, incluye memoria, lotería, dominó (Juegos Conafor) y otros.